Para todos nosotros, no son tradiciones lejanas, conocemos sobre nuestras raíces y sus músicas. Expresión viva de identidad, que subsiste y sigue buscando sustento entre generaciones masificadas por los dardos de las estrategias marketineras, que apuntan hacia una tradición folklórica maquillada por el bolero, el rock y la electrónica.
Generaciones enteras mirando hacia el folklore en los años 50 o 60, fijaron grupos en todo el país, cuando la música de nuestra tierra hacia furor en un momento de cambios integrales, que también comprendió la música.
La historia de la Peña Nativista a lo largo de más de medio siglo sabe de acometer la gran tarea de reinvindicación al acontecer de este bastión de sureñismo, erguidos ante todos los embates, pretendiendo solo una consideración para nuestro acervo, para nuestro historial.
Es expresamente usurpada la palabra nuestro, cerrando prietamente un pensamiento común de dorregueros, que con cada advenir de Octubre nos transforma el paisaje ,sintiendo y gozando con intención y sinceridad la fiesta grande del nativismo, pero ya de Dorrego todo.
Las desvirtuaciones que vemos diariamente , contrastan con el mojón de refugio , persistente de dimensión pampeana, con voluntades renovadas y renovables sobre proclamar, defender y propiciar una presencia imperturbable de tiempos y acaeceres que nunca debieron olvidarse, porque en principio deforman , pero que terminan por anular una sustancia heredada, que el ejemplo de nuestro gaucho sintetiza autentica nacionalidad.
Dorrego, digo Dorrego y digo Peña Nativista, es bastión de autenticidad telúrica, es cultura, y así ha sido entendido, hay respeto, pero ha sido ganado, como por Atahualpa, el más grande.
Aquel que rechazó un homenaje de los paisanos de aquí, volvía y trató a este pago como verdadero hermano, porque se sentía uno más.
El ícono de la tradición argentina para muchos, venía a este pueblo a visitar sus amigos, a cantar y tocar la guitarra, a comer y tomar festejando algo tan simple como la vida elegida.
Es muy exquisita las descripción de Yupanqui, que consigue que uno pueda mirar, asistir a lo que el cuenta.
Los detalles del destacado hablando de la tristeza del provinciano, de la mansedumbre del paisaje; que a su vez también es impactante, la inmensidad de la llanura y el ser humano enclavado en soledad.
Sólo su alma y el silencio son testigos de la felicidad que le produjo su tierra, su belleza y el sentirse parte de ella.
La mirada tan simple en la obra de Yupanqui, es un manifiesto de nuestra idiosincrasia. Escuchando a Yupanqui , uno aprende a querer el lugar donde pertenece, más aún sabiendo que el gran maestro respetaba este lugar y aprendió a quererlo.
Todo esto gracias a la Peña Nativista, a su gente claro, sus años, su testamento en gentes en otros grupos donde se sigue con el legado académico, cuidado, donde hoy parece simple que cientos de personas escuchen con atención, respeto, silencio y conocimiento a un cantor solitario sobre un gran escenario que sabe que está ante el gran público, que sabe que conocen, que está en un pueblo donde no sólo se escuchan cantores, sino que además de la música, los bailes, hay jineteadas, desfiles, comidas, eventos pictóricos, literarios, arte y cultura de donde venimos, mejor dicho no vinimos de ningún lado, estábamos aquí.
Desde hace pocos años la puerta de nuestro pueblo, avisa al que entra o pasa que Dorrego es eso, pura identidad.
Por siempre gracias, Peña Nativista.
Generaciones enteras mirando hacia el folklore en los años 50 o 60, fijaron grupos en todo el país, cuando la música de nuestra tierra hacia furor en un momento de cambios integrales, que también comprendió la música.
La historia de la Peña Nativista a lo largo de más de medio siglo sabe de acometer la gran tarea de reinvindicación al acontecer de este bastión de sureñismo, erguidos ante todos los embates, pretendiendo solo una consideración para nuestro acervo, para nuestro historial.
Es expresamente usurpada la palabra nuestro, cerrando prietamente un pensamiento común de dorregueros, que con cada advenir de Octubre nos transforma el paisaje ,sintiendo y gozando con intención y sinceridad la fiesta grande del nativismo, pero ya de Dorrego todo.
Las desvirtuaciones que vemos diariamente , contrastan con el mojón de refugio , persistente de dimensión pampeana, con voluntades renovadas y renovables sobre proclamar, defender y propiciar una presencia imperturbable de tiempos y acaeceres que nunca debieron olvidarse, porque en principio deforman , pero que terminan por anular una sustancia heredada, que el ejemplo de nuestro gaucho sintetiza autentica nacionalidad.
Dorrego, digo Dorrego y digo Peña Nativista, es bastión de autenticidad telúrica, es cultura, y así ha sido entendido, hay respeto, pero ha sido ganado, como por Atahualpa, el más grande.
Aquel que rechazó un homenaje de los paisanos de aquí, volvía y trató a este pago como verdadero hermano, porque se sentía uno más.
El ícono de la tradición argentina para muchos, venía a este pueblo a visitar sus amigos, a cantar y tocar la guitarra, a comer y tomar festejando algo tan simple como la vida elegida.
Es muy exquisita las descripción de Yupanqui, que consigue que uno pueda mirar, asistir a lo que el cuenta.
Los detalles del destacado hablando de la tristeza del provinciano, de la mansedumbre del paisaje; que a su vez también es impactante, la inmensidad de la llanura y el ser humano enclavado en soledad.
Sólo su alma y el silencio son testigos de la felicidad que le produjo su tierra, su belleza y el sentirse parte de ella.
La mirada tan simple en la obra de Yupanqui, es un manifiesto de nuestra idiosincrasia. Escuchando a Yupanqui , uno aprende a querer el lugar donde pertenece, más aún sabiendo que el gran maestro respetaba este lugar y aprendió a quererlo.
Todo esto gracias a la Peña Nativista, a su gente claro, sus años, su testamento en gentes en otros grupos donde se sigue con el legado académico, cuidado, donde hoy parece simple que cientos de personas escuchen con atención, respeto, silencio y conocimiento a un cantor solitario sobre un gran escenario que sabe que está ante el gran público, que sabe que conocen, que está en un pueblo donde no sólo se escuchan cantores, sino que además de la música, los bailes, hay jineteadas, desfiles, comidas, eventos pictóricos, literarios, arte y cultura de donde venimos, mejor dicho no vinimos de ningún lado, estábamos aquí.
Desde hace pocos años la puerta de nuestro pueblo, avisa al que entra o pasa que Dorrego es eso, pura identidad.
Por siempre gracias, Peña Nativista.
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