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`Luces y sombras de la influenza en México´. Escribe un dorreguense radicado en tierra azteca

La ciudad de México, con 19 millones de habitantes (desde el punto de vista catastral la capital sólo ocupa parte de la ciudad, pero en la práctica el conglomerado urbano es el mismo) está gobernada por un partido distinto al del presidente del país, lo que a menudo produce roces entre los dos poderes (el local y el federal).

Junto con la aparición del nuevo brote viral ahora declarado epidemia y posible pandemia, surgió toda una corriente de opinión que atribuye la emergencia sanitaria decretada “a una maniobra política del gobierno, para distraer la atención de la crisis económica”.

Por primera vez desde las discutidas elecciones presidenciales de 2.006, la administración de la ciudad y la federal (la primera considerada de centroizquierda y la segunda considerada de derecha, si esos términos todavía tuvieran algún significado) tomaron medidas conjuntas y complementarias, sin cuestionamientos ni ataques recíprocos.

De hecho, el gobierno de la ciudad ha apoyado el estado de emergencia y el cierre de escuelas y universidades decretando el cierre obligatorio (tiene ese carácter sólo en la capital, hasta ahora) de cines, teatros, bares, restaurantes, guarderías, museos, centros nocturnos y en general sitios públicos donde puedan producirse aglomeraciones.

La gran excepción es el metro (subterráneo), cuya red de 200 kilómetros de largo usan diariamente casi 5 millones de pasajeros.

La distribución gratuita de barbijos o “cubrebocas” está siendo llevada a cabo por instancias tanto federales como locales, lo mismo que la atención médica en centros de salud. El encono (que es grande) entre el partido en el gobierno federal (Acción Nacional) y el de la ciudad (Partido de la Revolución Democrática) ha sido dejado temporalmente de lado, porque el virus aparentemente no tiene preferencias políticas.

Por cierto, se trata de un virus de tres cepas –aviar, humana y del puerco euroasiático– y una estructura “modular” de ocho fragmentos que le da una alta capacidad para recombinarse, es decir para mutar, por lo que no hay ninguna vacuna para prevenirlo, aunque sí un antibiótico específico para controlarlo una vez activado en el organismo).

Sin embargo, y pese a la participación en el asunto de la Organización Mundial de la Salud, las voces de quienes consideran que lo de la epidemia es un cuento urdido con fines políticos no cesan. No hace falta pensar mucho para darse cuenta de lo que esto significa en términos de enfrentar el problema real. ¿Suena conocido?

Horacio Rodríguez

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