El 24 de marzo, Día nacional de la Memoria, por la Verdad y Justicia, donde poca gente, en nuestro pueblo, muy poquita, conmemora, recordando públicamente el hecho y sus consecuencias, más sangriento, injusto y, a su vez, más notorio de nuestra historia contemporánea, marcando para siempre la meta decisoria en la vida de miles de hermanos y el porvenir en todos los ámbitos de este venerable país.
Me preocupa enormemente el destino de una retentiva que ha actuado como mojón impulsor de desmarañar viejos diferimientos en nuestra justicia. El sólo hecho de semejante evocación, día no laborable, por supuesto, facilitará que el país se acuerde, rememorando algo que jamás será permitido, a partir del conocimiento y la difusión de los hechos más aberrantes a los que fueron subyugados miles de personas de todas edades, sea mezclada con oportunidades turísticas de sumo valor de esparcimiento y movimientos económicos, no parece ir en la dirección que motivó su instauración.
El prodigioso movimiento de los días de carnaval, que demostraron una capacidad de consumo, tal vez no advertida y aceptada por algunos sectores, pero sí disfrutada por las recaudaciones de los comerciantes del verano, que vieron en la última bola de la noche, un pleno inesperado, glosando al casino y que definió para los que siempre pueden y muchos otros que ahora sí pueden, unas mini-vacaciones extras que conmovieron los pronósticos sobre lo que había sido construido con ese fin, y que barrió incluso, con lo más optimista.
Sirvió sin duda, para lo pensado, consumo, recreo, turismo, con un marco pródigo en lo económico como para no dejar pasar.
Ahora se da nuevamente la oportunidad, con un poco menos de temperatura, pero en el parecer de este cronista, con una determinación -al menos ambigua- del mismo gobierno que hizo lo que nadie en la materia, recordación, memoria, justicia y no ya en la retórica, sino en los hechos, ocupándose de poner las cosas en el lugar donde hace años debieron estar, y que por falta de decisiones políticas que otros, no sólo no tomaron, sino que modificaron, en un evidente atraso del tema, confundiendo -ó lo más turbador- escamoteando o privando de auténtica justicia, no más que eso, a muchos miles de compatriotas, de varias generaciones.
Decía al menos ambigua, equívoca, incierta la decisión de fusionar en un fin de semana más que largo, la evocación más profunda, insondable y representativa de la porfía devenida a estos días, sobre proyectos de vida con libertad, sin exclusiones, con la defensa del pensamiento y las ideas como principal fundamento del accionar en democracia.
Los argentinos pasamos de la dictadura a la libertad, aunque esta libertad nunca se expresó necesariamente en una satisfacción de las múltiples, variadas y legítimas demandas sociales y económicas, pero fundamentalmente de justicia acumuladas durante los años oscuros de la última dictadura.
De este modo, la revalorización por el respeto a los derechos humanos apareció como consistencia y estructura de líneas directrices que no se han alejado del itinerario de un país enfrentado a momentos históricos en donde día a día se produce la toma de conciencia de una sociedad que asume globalmente la responsabilidad de decidir su destino, de elaborar trabajosa, pero firmemente su proyecto de Nación.
En ese contexto se deberá preservar la firmeza del cimiento sobre el cuál se edificó una nueva oportunidad para todos sin exclusión.
El agotamiento, derrumbe y derrota de una sucesión de regímenes autoritarios, demandó el superior costo, jamás pensado en la historia contemporánea de nuestro país. Todavía la negación de esa misma historia, amenaza recurrente, sobre la base misma de recuperación y consolidación de la democracia, nos hace reflexionar sobre la frialdad, la lejanía, la desconfianza de conceptos y pese a pasar tantos años, los hechos reinvidicatorios cotidianos, nos traen a la realidad, aún incompleta.
La indisponibilidad plena de una jornada de reflexión, evocación y rechazo a la intolerancia y el autoritarismo no debería servir para diluir y menoscabar la descomunal importancia de renovar la memoria del episodio más angustiante de que se recuerde en el país.
Me preocupa enormemente el destino de una retentiva que ha actuado como mojón impulsor de desmarañar viejos diferimientos en nuestra justicia. El sólo hecho de semejante evocación, día no laborable, por supuesto, facilitará que el país se acuerde, rememorando algo que jamás será permitido, a partir del conocimiento y la difusión de los hechos más aberrantes a los que fueron subyugados miles de personas de todas edades, sea mezclada con oportunidades turísticas de sumo valor de esparcimiento y movimientos económicos, no parece ir en la dirección que motivó su instauración.
El prodigioso movimiento de los días de carnaval, que demostraron una capacidad de consumo, tal vez no advertida y aceptada por algunos sectores, pero sí disfrutada por las recaudaciones de los comerciantes del verano, que vieron en la última bola de la noche, un pleno inesperado, glosando al casino y que definió para los que siempre pueden y muchos otros que ahora sí pueden, unas mini-vacaciones extras que conmovieron los pronósticos sobre lo que había sido construido con ese fin, y que barrió incluso, con lo más optimista.
Sirvió sin duda, para lo pensado, consumo, recreo, turismo, con un marco pródigo en lo económico como para no dejar pasar.
Ahora se da nuevamente la oportunidad, con un poco menos de temperatura, pero en el parecer de este cronista, con una determinación -al menos ambigua- del mismo gobierno que hizo lo que nadie en la materia, recordación, memoria, justicia y no ya en la retórica, sino en los hechos, ocupándose de poner las cosas en el lugar donde hace años debieron estar, y que por falta de decisiones políticas que otros, no sólo no tomaron, sino que modificaron, en un evidente atraso del tema, confundiendo -ó lo más turbador- escamoteando o privando de auténtica justicia, no más que eso, a muchos miles de compatriotas, de varias generaciones.
Decía al menos ambigua, equívoca, incierta la decisión de fusionar en un fin de semana más que largo, la evocación más profunda, insondable y representativa de la porfía devenida a estos días, sobre proyectos de vida con libertad, sin exclusiones, con la defensa del pensamiento y las ideas como principal fundamento del accionar en democracia.
Los argentinos pasamos de la dictadura a la libertad, aunque esta libertad nunca se expresó necesariamente en una satisfacción de las múltiples, variadas y legítimas demandas sociales y económicas, pero fundamentalmente de justicia acumuladas durante los años oscuros de la última dictadura.
De este modo, la revalorización por el respeto a los derechos humanos apareció como consistencia y estructura de líneas directrices que no se han alejado del itinerario de un país enfrentado a momentos históricos en donde día a día se produce la toma de conciencia de una sociedad que asume globalmente la responsabilidad de decidir su destino, de elaborar trabajosa, pero firmemente su proyecto de Nación.
En ese contexto se deberá preservar la firmeza del cimiento sobre el cuál se edificó una nueva oportunidad para todos sin exclusión.
El agotamiento, derrumbe y derrota de una sucesión de regímenes autoritarios, demandó el superior costo, jamás pensado en la historia contemporánea de nuestro país. Todavía la negación de esa misma historia, amenaza recurrente, sobre la base misma de recuperación y consolidación de la democracia, nos hace reflexionar sobre la frialdad, la lejanía, la desconfianza de conceptos y pese a pasar tantos años, los hechos reinvidicatorios cotidianos, nos traen a la realidad, aún incompleta.
La indisponibilidad plena de una jornada de reflexión, evocación y rechazo a la intolerancia y el autoritarismo no debería servir para diluir y menoscabar la descomunal importancia de renovar la memoria del episodio más angustiante de que se recuerde en el país.
1 comentario:
de ja te de jo der, estamos de vacaciones
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