El avance de la tecnología, la informatización y la presencia cada vez más significativa de los medios de comunicación, ha modificado hábitos y costumbres en la sociedad.
Los partidos políticos no han sido la excepción y en tal sentido han acompañado desde sus estrategias y acciones “los cambios propuestos por la modernidad”.
Las agrupaciones partidarias se asemejan a los” comercios de temporada”, abriendo sus puertas en forma estacional, tratando en tres o cuatro meses previos a una elección, cumplir con los compromisos y olvidos del resto del año.
Las otrora movilizadoras pujas internas han sucumbido ante las encuestas.
La militancia, los debates, las discusiones y el adoctrinamiento, para una gran mayoría: son cuestiones del pasado.
Los afiliados perdieron la incidencia de otros tiempos; poco o nada se los consulta y cuando se lo hace, es para cumplimentar el trámite de acuerdos “cocinados a fuego lento previamente”.
Todo se resuelve con la unanimidad de manos levantadas; sin discusiones, sin enconos, también sin la participación debida y aconsejada.
Tal como acontece en la jerga turfística, hoy a los “candidatos se los mide”. No se trata de una prueba de velocidad o resistencia, sino de testeo público a través de la implementación de consultas.
¿Cuál es el grado de exposición pública?
¿Cuál su imagen positiva o negativa?
Pese a la influencia de “la opinión pública”, todavía subsiste y con mucha fuerza una pequeña parte del cuerpo humano, que suele ser determinante: “el dedo”.
Su aplicación es facultad de unos pocos dirigentes, los cuales disponen tal prerrogativa: por sus años, poder interno, influencia o billetera.
Señalar, convencer u obligar (en nombre de causas nobles) están ligados a los padrinazgos fuertes.
Coronel Dorrego no está ajeno a estos cambios:
- Varias candidaturas se siguen definiendo “a dedo”.
- Otras han sido parte de “resoluciones virtuales”, mediciones de imágenes que catapultaron a un candidato sobre otro.
- Ya los padrinos locales no alcanzan y ahora no solo uno, sino dos, ejercen presión del otro lado del puente: Monte Hermoso.
- Las encuestas ponen fin a muchas aspiraciones individuales.
- Algunos prestan el nombre para saber donde están parados, a otros ni siquiera se los consulta. (o al menos eso dicen)
- Las convocatorias a la participación, suelen reducirse a la presentación de una lista: abrochada con antelación.
En nombre de lo que dicen: “quiere la gente” se sigue otorgando prioridad a algunos requisitos, donde “una profesión” otorga un plus de ventaja sobre el resto.
La buena imagen, la formación y los antecedentes en el desarrollo profesional se proyectan (de inmediato) a la función pública.
Doctores, Contadores Públicos, Abogados, Veterinarios, Ingenieros o Docentes, guardan preeminencia respecto de: amas de casa, obreros, cuentapropistas, empleados o comerciantes.
Se acepta que en nombre de “la compatibilidad” los horarios sean elásticos, las ausencias no importen; que muchos dispongan de dos o más sueldos provistos por el estado (municipal y/o provincial, que los horarios se superpongan y que muchos “brillen por su ausencia” en el cumplimiento de la misión encomendada por la ciudadanía.
Nada de esto parece molestar a los vecinos y una vez más: la imagen opaca a la responsabilidad, ejerciendo una particular seducción en muchos electores que permiten “estas licencias” en sus representados.
Llega a tanto el respeto y la consideración e importa tan poco las acciones de nuestros políticos, que hasta alguna señora mayor suele musitar: ¡Pobres…tienen tanto trabajo! ¿Qué quieren que estén en todos lados a la vez?...
Pocos son lo que dan un paso al costado, los que eluden la tentación del poder, los que saben decir: no.
Casi nulos, resultan los que aceptan y reconocen su fracaso.
También debe reconocerse que existen personas con buenas intenciones, con deseos de modificar cosas.
Gente dispuesta a “hipotecar su tiempo”, a tener que perder clientes, pacientes o dinero.
Dirigentes que llegan a la política para servir y no servirse.
De igual modo hay en nuestra sociedad valiosos ejemplos de: lucha, honestidad, perseverancia, solidaridad y compromiso social.
Algunos son afiliados partidarios.
Otros no tienen militancia.
Todos tienen probada participación comunitaria, buenas referencias públicas, correctos comportamientos privados.
La gran mayoría no ha integrado ningún muestreo de opinión.
Muchos de ellos corren con desventaja: “no son profesionales”.
En consonancia con “la profesionalización de la política lugareña” y en base a la particular lectura que se hace de “la opinión de la gente”; de haber nacido entre nosotros los Presidentes Lula y Evo Morales, difícilmente pudieran haber aspirado siquiera a ser: Concejales...
Los partidos políticos no han sido la excepción y en tal sentido han acompañado desde sus estrategias y acciones “los cambios propuestos por la modernidad”.
Las agrupaciones partidarias se asemejan a los” comercios de temporada”, abriendo sus puertas en forma estacional, tratando en tres o cuatro meses previos a una elección, cumplir con los compromisos y olvidos del resto del año.
Las otrora movilizadoras pujas internas han sucumbido ante las encuestas.
La militancia, los debates, las discusiones y el adoctrinamiento, para una gran mayoría: son cuestiones del pasado.
Los afiliados perdieron la incidencia de otros tiempos; poco o nada se los consulta y cuando se lo hace, es para cumplimentar el trámite de acuerdos “cocinados a fuego lento previamente”.
Todo se resuelve con la unanimidad de manos levantadas; sin discusiones, sin enconos, también sin la participación debida y aconsejada.
Tal como acontece en la jerga turfística, hoy a los “candidatos se los mide”. No se trata de una prueba de velocidad o resistencia, sino de testeo público a través de la implementación de consultas.
¿Cuál es el grado de exposición pública?
¿Cuál su imagen positiva o negativa?
Pese a la influencia de “la opinión pública”, todavía subsiste y con mucha fuerza una pequeña parte del cuerpo humano, que suele ser determinante: “el dedo”.
Su aplicación es facultad de unos pocos dirigentes, los cuales disponen tal prerrogativa: por sus años, poder interno, influencia o billetera.
Señalar, convencer u obligar (en nombre de causas nobles) están ligados a los padrinazgos fuertes.
Coronel Dorrego no está ajeno a estos cambios:
- Varias candidaturas se siguen definiendo “a dedo”.
- Otras han sido parte de “resoluciones virtuales”, mediciones de imágenes que catapultaron a un candidato sobre otro.
- Ya los padrinos locales no alcanzan y ahora no solo uno, sino dos, ejercen presión del otro lado del puente: Monte Hermoso.
- Las encuestas ponen fin a muchas aspiraciones individuales.
- Algunos prestan el nombre para saber donde están parados, a otros ni siquiera se los consulta. (o al menos eso dicen)
- Las convocatorias a la participación, suelen reducirse a la presentación de una lista: abrochada con antelación.
En nombre de lo que dicen: “quiere la gente” se sigue otorgando prioridad a algunos requisitos, donde “una profesión” otorga un plus de ventaja sobre el resto.
La buena imagen, la formación y los antecedentes en el desarrollo profesional se proyectan (de inmediato) a la función pública.
Doctores, Contadores Públicos, Abogados, Veterinarios, Ingenieros o Docentes, guardan preeminencia respecto de: amas de casa, obreros, cuentapropistas, empleados o comerciantes.
Se acepta que en nombre de “la compatibilidad” los horarios sean elásticos, las ausencias no importen; que muchos dispongan de dos o más sueldos provistos por el estado (municipal y/o provincial, que los horarios se superpongan y que muchos “brillen por su ausencia” en el cumplimiento de la misión encomendada por la ciudadanía.
Nada de esto parece molestar a los vecinos y una vez más: la imagen opaca a la responsabilidad, ejerciendo una particular seducción en muchos electores que permiten “estas licencias” en sus representados.
Llega a tanto el respeto y la consideración e importa tan poco las acciones de nuestros políticos, que hasta alguna señora mayor suele musitar: ¡Pobres…tienen tanto trabajo! ¿Qué quieren que estén en todos lados a la vez?...
Pocos son lo que dan un paso al costado, los que eluden la tentación del poder, los que saben decir: no.
Casi nulos, resultan los que aceptan y reconocen su fracaso.
También debe reconocerse que existen personas con buenas intenciones, con deseos de modificar cosas.
Gente dispuesta a “hipotecar su tiempo”, a tener que perder clientes, pacientes o dinero.
Dirigentes que llegan a la política para servir y no servirse.
De igual modo hay en nuestra sociedad valiosos ejemplos de: lucha, honestidad, perseverancia, solidaridad y compromiso social.
Algunos son afiliados partidarios.
Otros no tienen militancia.
Todos tienen probada participación comunitaria, buenas referencias públicas, correctos comportamientos privados.
La gran mayoría no ha integrado ningún muestreo de opinión.
Muchos de ellos corren con desventaja: “no son profesionales”.
En consonancia con “la profesionalización de la política lugareña” y en base a la particular lectura que se hace de “la opinión de la gente”; de haber nacido entre nosotros los Presidentes Lula y Evo Morales, difícilmente pudieran haber aspirado siquiera a ser: Concejales...