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La ciudad de Coronel Dorrego cumple hoy 119 años

Por Diana Arias
Para LA NACION

La ciudad de Coronel Dorrego fue fundada el 9 de abril de 1890, en el centro del distrito que lleva su nombre. Como lugar de emplazamiento para la población cabecera se designó el centro agrícola, que se encontraba "equidistante de los límites del pueblo", tal como exigía el artículo 2 del decreto que creó el distrito.


El profesor de historia Enzo Fabián Barda explica al respecto: "La fecha fundacional del 9 de abril de 1890 durante mucho tiempo se tuvo en un documento de la gobernación de Buenos Aires como la auténtica y aunque posteriormente se encontró un archivo que señala al 28 de febrero de 1889 como el día de la creación de la ciudad, las autoridades recomendaron mantener la fecha de abril como la del aniversario".

Así, con un doble nacimiento, Dorrego fue configurándose como un centro eminentemente agrícola, con dos importantes ríos que lo atraviesan para morir luego en el océano: el Quequén Salado y el Sauce Grande.

En la geografía bonaerense de principios de siglo XX, Dorrego representaba un obligado lugar de paso para los pobladores del sur argentino. Entonces, los servicios de mensajería constituyeron hasta la llegada del ferrocarril, un nexo comunicacional entre la capital del país y los centros poblados.

Dorrego se sirvió así, para sus comunicaciones, de los servicios de La Protegida de los Estancieros, la empresa de misivas propiedad de Santiago Borelli, que cumplía un recorrido mensual desde Tres Arroyos hasta Bahía Blanca, pasando por negocios, pulperías y estancias del distrito.

La importancia creciente de las regiones cerealeras de la zona hicieron necesaria la llegada del ramal del tren, que aportaría a la economía exportadora un considerable crecimiento utilizando el puerto de Bahía Blanca como salida al mar para la producción agrícola.

Luego, como un patrón histórico que se repitió en cada pueblo, el gigante de fierro trajo consigo los adelantos tecnológicos de la época, los periódicos nacionales, las revistas de moda y la inmigración. Este último factor generó la imperiosa necesidad de organizar institucionalmente la seguridad, la educación y hasta el cementerio, ya que a falta de una espacio de descanso para los difuntos ocasionó que cada quien sepultara sus muertos donde le parecía.
Franco avance

En 1895 llegaron los primeros holandeses, y las ansias de progreso, los sueños de un porvenir y el tesón de los pueblos europeos marcaron una etapa de franco avance para la localidad. La Asociación Italiana (1898), la Española (1901), el Club Danés del Sur y la Unión Siria fueron las entidades que aportaron al pueblo trabajo, ideas y nuevas costumbres.

Entre los comercios que atestiguan la historia del pueblo se encuentra la Casa Imperio, que según las palabras de Barda es "un lugar donde se podía adquirir artículos exclusivamente masculinos y que con el correr de los años fue pasando de generación a generación en la familia Taján, situado en una esquina céntrica, el local ha ido aggiornándose y amoldándose de acuerdo con los avatares económicos y a los gustos del cliente".

El perfil religioso tuvo su espacio preponderante en el diseño del pueblo, ya que un Cristo Redentor de brazos abiertos recibe a los dorreguenses en las puertas del mismo y la iglesia de la Inmaculada Concepción conserva en su amplio y acogedor interior un tesoro de la historia.

La inmensa cruz del Jesús Nazareno "Señor de la Cruz", que data de 1750 y que rige en la nave central del templo, fue la misma ante la cual el coronel Manuel Dorrego oró por última vez antes de ser fusilado en Navarro. "La plaza principal fue también centro del histórico enfrentamiento de conservadores y radicales en 1937 -reseña Barda- cuando Juan Maciel, Emilio Vera, Carlos Costa y José Navarro fueron abatidos por los disparos de los francotiradores apostados en el Palacio Municipal y en la torre de la iglesia, llegando el hecho a ocupar las primeras planas de los diarios nacionales."

De esta manera, el pueblo que nació dos veces, sobrevive a la historia con sus calles de adoquines y su tranquilidad provinciana, aunque en sus páginas de vida guarde relatos dignos de novelistas e historiadores.