Preocupados por una serie de situaciones que vienen afectando a la adolescencia y la juventud, días atrás un grupo de alumnos de la Escuela Media Nº 2 en un llamado de auxilio convocaron a la realización de una marcha.
No fueron pocos los que irónicamente se preguntaron: ¿Con una caminata van a resolver los graves problemas que acontecen en nuestra sociedad?
Los jóvenes convocantes eran conscientes que tan difícil disyuntiva no podía, ni puede solucionarse con buena voluntad o intenciones, que no alcanza con las ganas y el ímpetu desafiante que puede invadirlos.
La convocatoria no pregonaba mágicas soluciones, tampoco sugería que éstas pudieran encontrarse en el trayecto de la marcha o que estuvieran oculta como un tesoro, en el vivero.
¿Qué hicieron los jóvenes?
¿Qué propiciaron?
¿Qué mensaje dejaron con su “Camino a la vida?
No hicieron otra cosa que hace sonar la campana de la reflexión, llamando a la comunidad ante la existencia de una problemática que no es nueva, que a través de distintas como contundentes formas viene desde hace tiempo ramificando sus efectos nocivos.
¿Qué cosas pasan en un pequeño y tradicionalmente “tranquilo” pueblo, como el nuestro?
¿Qué cosas pueden alterar la pacifica vida de su gente?
Esas cosas no son pequeñas, no son inofensivas y con mucho pesar debe decirse y aceptarse que han pululado como hongos en nuestras calles y en nuestra gente.
Esas “cosas” son consecuencia de la marginalidad social y de la distancia cada vez mayor entre “unos y otros”, en definitiva: “entre ricos y pobres”.
Debemos convenir que dejamos de ser la sociedad perfecta, en la cual las malas noticias escaseaban.
Debemos entender también que ya no alcanza con que nuestras autoridades cumplan prolijamente con el A B L de buenos servicios:
Alumbrado, Barrido y Limpieza. Que es necesario respuestas y no parches en heridas sociales que no dejan de sangrar.
No se trata de buscar culpables.
No se busca escudriñar en la vida de los demás.
No se pretende señalar con el dedo al que sufre.
Tampoco pasa “por quitarse el sayo”, es oportuno que cada uno se “lo ponga” de acuerdo a sus responsabilidades y compromisos. Especialmente aquellos que tienen una función pública, que con sus acciones pueden decidir o actuar en beneficio de la comunidad.
Con el hecho consumado y a casi una semana de la convocatoria, vuelvo a preguntar: ¿Para qué sirvió la marcha de los jóvenes de la Escuela Media Nº 2?
- Para que unas 500 personas sin embanderamientos sectoriales, vestidos con el traje de vecinos se hicieran eco del llamado.
- Para que el Intendente hiciera mención al “tirón de orejas” que habían formulado los jóvenes”
- Para que la Directora de Desarrollo Social contará que “se conformó una red de contención con instituciones para trabajar con niños y adolescentes y que actualmente se encuentra en etapa de diagnóstico, desde donde han salido temas como violencia y adicciones”.
- Para que otras instituciones incluyeran en charlas próximas temas como: “Abordaje conceptual de las adicciones”, “Distintos tipos de consumos”, “Procesos conductuales de autodestrucción y suicidio adolescente”, “Violencia en la Escuela” o “Problemática Adolescente en la actualidad.
“Casualidad o causalidad”, lo concreto es que la convocatoria lanzada desde el ámbito juvenil sirvió para despertar conciencia y acciones.
Resulta imprescindible que no se actué -como otras veces- “emparchando, a las corridas, circunstancial o mediaticamente…”
Es necesario que no se pase de la velocidad de la tortuga (de hace unos días) al vértigo de un Formula 1. Todo a su tiempo, en su justo lugar y medida.
No hay lugar para más excusas, para seguir mirando de soslayo la realidad, para seguir siendo meros espectadores de esta “dolorosa película de la realidad”.
Los proyectos deben mantenerse en el tiempo.
Los diagnósticos deben dar paso a “remedios que sanen”.
La situación no admite dilaciones, distracciones o “seguir dejando para mañana todo lo que debió concretarse ayer…”
Necesitamos un Dorrego que además de limpio, prolijo y coqueto… pueda y merezca ser “vivido por todos”.
El llamado de los jóvenes tuvo los efectos de un golpe de nocaut para una sociedad, tradicionalmente pacata como la nuestra, golpeando la indiferencia de unos y “poniendo contra las cuerdas” la conciencia de otros.
No fueron pocos los que irónicamente se preguntaron: ¿Con una caminata van a resolver los graves problemas que acontecen en nuestra sociedad?
Los jóvenes convocantes eran conscientes que tan difícil disyuntiva no podía, ni puede solucionarse con buena voluntad o intenciones, que no alcanza con las ganas y el ímpetu desafiante que puede invadirlos.
La convocatoria no pregonaba mágicas soluciones, tampoco sugería que éstas pudieran encontrarse en el trayecto de la marcha o que estuvieran oculta como un tesoro, en el vivero.
¿Qué hicieron los jóvenes?
¿Qué propiciaron?
¿Qué mensaje dejaron con su “Camino a la vida?
No hicieron otra cosa que hace sonar la campana de la reflexión, llamando a la comunidad ante la existencia de una problemática que no es nueva, que a través de distintas como contundentes formas viene desde hace tiempo ramificando sus efectos nocivos.
¿Qué cosas pasan en un pequeño y tradicionalmente “tranquilo” pueblo, como el nuestro?
¿Qué cosas pueden alterar la pacifica vida de su gente?
Esas cosas no son pequeñas, no son inofensivas y con mucho pesar debe decirse y aceptarse que han pululado como hongos en nuestras calles y en nuestra gente.
Esas “cosas” son consecuencia de la marginalidad social y de la distancia cada vez mayor entre “unos y otros”, en definitiva: “entre ricos y pobres”.
Debemos convenir que dejamos de ser la sociedad perfecta, en la cual las malas noticias escaseaban.
Debemos entender también que ya no alcanza con que nuestras autoridades cumplan prolijamente con el A B L de buenos servicios:
Alumbrado, Barrido y Limpieza. Que es necesario respuestas y no parches en heridas sociales que no dejan de sangrar.
No se trata de buscar culpables.
No se busca escudriñar en la vida de los demás.
No se pretende señalar con el dedo al que sufre.
Tampoco pasa “por quitarse el sayo”, es oportuno que cada uno se “lo ponga” de acuerdo a sus responsabilidades y compromisos. Especialmente aquellos que tienen una función pública, que con sus acciones pueden decidir o actuar en beneficio de la comunidad.
Con el hecho consumado y a casi una semana de la convocatoria, vuelvo a preguntar: ¿Para qué sirvió la marcha de los jóvenes de la Escuela Media Nº 2?
- Para que unas 500 personas sin embanderamientos sectoriales, vestidos con el traje de vecinos se hicieran eco del llamado.
- Para que el Intendente hiciera mención al “tirón de orejas” que habían formulado los jóvenes”
- Para que la Directora de Desarrollo Social contará que “se conformó una red de contención con instituciones para trabajar con niños y adolescentes y que actualmente se encuentra en etapa de diagnóstico, desde donde han salido temas como violencia y adicciones”.
- Para que otras instituciones incluyeran en charlas próximas temas como: “Abordaje conceptual de las adicciones”, “Distintos tipos de consumos”, “Procesos conductuales de autodestrucción y suicidio adolescente”, “Violencia en la Escuela” o “Problemática Adolescente en la actualidad.
“Casualidad o causalidad”, lo concreto es que la convocatoria lanzada desde el ámbito juvenil sirvió para despertar conciencia y acciones.
Resulta imprescindible que no se actué -como otras veces- “emparchando, a las corridas, circunstancial o mediaticamente…”
Es necesario que no se pase de la velocidad de la tortuga (de hace unos días) al vértigo de un Formula 1. Todo a su tiempo, en su justo lugar y medida.
No hay lugar para más excusas, para seguir mirando de soslayo la realidad, para seguir siendo meros espectadores de esta “dolorosa película de la realidad”.
Los proyectos deben mantenerse en el tiempo.
Los diagnósticos deben dar paso a “remedios que sanen”.
La situación no admite dilaciones, distracciones o “seguir dejando para mañana todo lo que debió concretarse ayer…”
Necesitamos un Dorrego que además de limpio, prolijo y coqueto… pueda y merezca ser “vivido por todos”.
El llamado de los jóvenes tuvo los efectos de un golpe de nocaut para una sociedad, tradicionalmente pacata como la nuestra, golpeando la indiferencia de unos y “poniendo contra las cuerdas” la conciencia de otros.