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Nuestra atención y sus derivaciones. Escribe Carlos Madera, especial para LA DORREGO

La atención se convirtió en una habilidad rara, fundamental, tal vez pasada de moda. Andamos en el limbo, en babia, como se decía antes, desconectados como se usa ahora, pero definitivamente distraídos.

Todo esta ahí, on-line, sin necesidad de pensar, claro, ni retener, ni discernir, total esta ahí, para siempre, para cuando lo necesite, sin otra preocupación, sin que mi mente y mi raciocinio tengan filtros para decidir lo que entra y lo que no.

La inmediatez de las soluciones, no nuestras por supuesto, están allí, no es malo, pero son ajenas. El hombre moderno tiene una memoria de largo plazo muy acotada, poco entrenada, nada ejercitada.

La tecnología ha cambiado la manera de trabajar de nuestro cerebro, así como leer y escribir cambian la manera en que procesa información. Las vidas de la gente joven esta mucho más fragmentada que en épocas anteriores.

La multiplicidad de mensajes, conexiones, información, quizás no les moleste, pero seguramente moldea sus identidades, el tiempo para la reflexión no existe.

La atención en una cosa u objeto, incluso en lo que decimos, también bastante acotado, en nuestro lenguaje, el que se corrige automáticamente, ha pasado a ser un modismo muy enquistado que peligrosamente atenta contra nuestra seguridad diaria.

El no saber donde estamos parados, o como se dice comúnmente no se ni en que día vivo, además de ser una confesión tristísima, nos desnuda a la hora en que sí, la realidad, nos da en la nariz, y por consiguiente nos sitúa en marcada inferioridad de condiciones para saber de que se trata, reclamar, protagonizar, o sencillamente vivir situaciones que la vida nos involucra a diario y donde debemos recurrir a las capacidades , o necesidades con las cuales contamos.

La información es educación, toda sin excepción, existe de la más variada, pero toda importante , toda aplicable.

La imbecilidad es lo que nos hace manejables, vulnerables, expuestos a las injusticias o indefexiones de las cuales nos quejamos, pero no sabemos como defendernos y tampoco discernir sobre quienes serán o son, quienes deberán representarnos en nuestras posiciones o pensamiento, que dicho sea de paso, tampoco está demasiado claro, por nuestras propias deficiencias.

Nadie defiende lo que no conoce y debería ser que nadie opinara sin saber de que habla, pero no siempre o mayoritariamente, ocurre así. Lo que más preocupa es que existe la sensación que por una razón de simple comodidad se este aceptando que no le que nos venden es mentira, pero igual compramos. (07.02.10)

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